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Esta casa es una ruina (por lo que me traslado)

Esta casa es una ruina (por lo que me traslado)

Bueno, pués éso, que Blogia funciona cada vez peor, y a ciertas horas del día es casi un milagro entrar en la página, así que he decidido trasladarme para continuar haciendo lo mismo en:

http://todoenlavidaescine-hesisair.blogspot.com/

Si te entretiene lo que hago, seguirás viendo lo mismo con la misma periodicidad incierta. Si has llegado aquí por casualidad, ya sabes por dónde seguir y, en fin, si no te gusta lo que lees, ya sabes dónde no ir. Para el que quiera, nos vemos en el piso de al lado.

Mensaje en una botella (Message in a bottle)

Mensaje en una botella (Message in a bottle)

 

Hola niña:

            Hubo una época, cuando tenía dieciséis años que me gustaba escribir cartas y lo hacía habitualmente. Para un persona como yo que cara a cara lo único que consigo es bloquearme o tartamudear, las cartas eran una manera de desahogarme, de decir lo que pensaba o sentía.

            Aquel momento pasó y nunca más volví a coger la pluma para escribir a nadie una carta. Pero has aparecido tú y de nuevo siento la necesidad de escribir ya que cara a cara, ante ti, sólo tiendo al ridículo y soy incapaz de expresar lo que me pasa por la cabeza.

            La verdad es que no sabría decirte cómo empezó todo ésto. No soy capaz de ponerle una fecha, y leyendo mi diario me he dado cuenta de que tampoco la hay. Cuando me di cuenta la cosa ya había estallado y me había lanzado en una cuesta abajo que ya impedía activar el freno. Ya habías entrado tanto en mi cabeza que por mucho que me empeñara ya no iba a lograr hacerte salir fácilmente. Y a fe que no lo he conseguido… todavía. Y me empeño, y lo intento, e incluso hay momentos en los que creo haberlo conseguido, pero en noches como las de hoy o semanas como la pasada, la tarea se vuelve muy complicada.

            Todo me lleva a un segundo punto: ¿qué es lo que me trastorna tanto de ti? Nunca supe decirlo. Quizás lo más acercado a lo que pasó es lo que Amaral escribió en aquella letra, “cómo decirte que me has ganado poquito a poco, tú que llegaste por casualidad”. En ningún momento me fijé en ti, pese a que ya hace un largo tiempo que nos conocimos, pero las charlas y las risas hicieron que todo empezara teniendo ganas de compartir tiempo contigo y acabara con mi yo interno queriendo compartir algo más… que evidentemente no va a ser. Me impresiona que siempre tengas una sonrisa en la boca, que hasta cuando estás enfadada acabes de buen humor y sonriendo, que siempre estés dispuesta a hacer algo por alguien. Me gusta que tengas una visión optimista de la vida, cosa que a mi me cuesta mucho tener, que siempre me ofrezcas el lado bueno de todas las cosas (por malas que parezcan). Y claro, me hechizan tus ojos, tan verdes como el primer rayo de sol de la mañana (o éso dice la leyenda), y me encantaría contemplarlos cuando dentro de muchos años nuestro clan se reúna en torno a la hoguera y les contemos historias de cuando este mundo todavía tenía una parte de racionalidad. Y entonces, junto a esa lumbre, me gustaría contarles la historia de cómo un chico que tenía un hechizo que le incapacitaba para sentir conoció a una chiquita que hizo saltar por los aires ese conjuro.

            Hasta ese momento, que creo que nunca llegará, me conformaré con conocerte y tomarme alguna cerveza o algún café contigo…

 

Alta fidelidad (High fidelity)

Alta fidelidad (High fidelity)

Recuerdo haber visto por primera vez la película en mi época de ¿estudiante? en Paris. Era un pequeño cine, fuera de las grandes cadenas, en el Barrio Latino, bastante cochambroso y con un punto de dejadez que te quitaba las ganas de entrar al verlo. Pero por alguna razón entré. Y no volví a ser igual. La pelicula es la maravillosa historia de un treintañero al que su novia acaba de dejarle y anda buscando la razón de su vida. Encima, está rodeado por una pareja de frikis que trabajan en su tienda y que no terminan de ayudarle precisamente. Así que, buscando un sentido a su vida empieza a repasar sus cinco peores rupturas e intenta seguir adelante, pero no puede quitarse a Laura de la cabeza. En resumen Stephen Frears rueda una magnífica reflexión sobre las crisis de identidad que tenemos la mayoría de los hombre cuando nos plantamos en los treinta y las cosas van mal.

La  cuestión es que tenía olvidada la pelicula cuando en una visita a mi librería de cabecera encontré el libro. Sí, porque lo mejor de todo es que la pelicula está basada en uno de los primeros libros del inglés Nick Hornby. Me acordé de la pelicula y me decidí a comprar el libro. Y lo devoré en un par de días. El libro es sencillamente magnífico. Desde que ocmienza te sientes parte de la mente de Rob. ríes con él y sufres con él, porque con un lenguaje muy desenfadado, Hornby hace que te sientas retratado en cada uno de los pensamientos de Rob. Cuando habla de como siente a la hora de comenzar una conversación con una mujer, de los miedos que le asaltan en una relación o, simplemente, de lo difícil que le resulta mantener relaciones sociales, todos nos podemos sentir reconocidos.

Y sí, es un treintañero en crisis y yo puede que lo sea también, y éso es lo que me hace sentirme reconocido, pero me apostaría unas pintas de cerveza a que cualquier hombre ha hecho las misma reflexiones alguna vez sin riesgo de perderlas...

Y un día cualquiera alguien se da cuenta de lo que ha perdido y...

El mago de Oz (The Wizard of Oz)

El mago de Oz (The Wizard of Oz)

Dorothy (Dorita en el psicodélico doblaje de la época) era una niña que vivía en una granja de Kansas y su vida era en blanco y negro. En blanco y negro era el mundo que le rodeaba en un paisaje árido, y en blanco y negro eran las relaciones que frecuentaba, sin nadie de su edad que le comprendiera, tan sólo con su perro al que contar sus penas. Hasta que un día un tornado arranca su casa y le lleva al maravilloso mundo de Oz... que convierte toda su vida en color. Allí mata a la bruja malvada del Este y comienza la búsqueda del "wonderful Wizard of Oz". Y para ello tiene que seguir el camino de baldosas amarillas.

A lo largo de su caminar por el camino encontrará una serie de compañeros de viajes, cada uno con sus carencias. Se encuentra a un hombre de hojalata, que no tiene corazón y quiere encontrarlo; se encontrará a un espantapájaros que no tiene cerebro y lo busca deseperadamente; y, finalmente, se le unirá un león cobarde. Tal heterogéneo grupo irá a Ciudad Esmeralda para encontrarse con el mago y así tener todo lo que andan buscando. A lo largo del camino soretarán peligros y cuando lleguen a hablar con el mago éste les hará ver que todo está en su interior.

¿A qué viene todo este rollo? Pués resulta que hace unas dos semanas una compañera de trabajo que me veía un poco bajo en los últimos tiempos me regaló "El libro del ego" de Osho. El tipo es una especie de gurú indio que se dedica a dar charlas por el mundo (me imagino que previo pago, claro). Así que aproveché la "excursión" a Londres a comienzo de esta semana debido a que me debían unos días en el trabajo para leerlo entre los viajes de avión y en el Tube. El libro es muy discutible en muchas de las cosas que te cuenta, y tiene a veces un tufillo a secta que echa para atrás, pero hay dos ideas que se me han quedado grabadas.

La primera es que los problemas que tenemos nos los buscamos. Y los buscamos porque siempre necesitamos pensar en algo, tener la mente ocupada con algo, sentir que le importamos a alguien que se preocupa por esos problemas. En realidad (la mayoría de los casos) son problemas irreales, son problemas que tendrían una solución muy simple si miráramos en nuestro interior, tal y como el mago de Oz hace hacer a cada uno de los miembros del grupo de Dorothy. 

Y éso nos lleva a la segunda gran idea: vivir el presente, el "carpe diem" de los romanos. Nos cuenta como nos obsesionamos con el futuro, tan sólo nos preocupamos por pensar en qué nos va a ocurrir en el futuro, cercano o lejano, y nos olvidamos de vivir el presente, el momento. Y además, cuando ese futuro se convierte en presente nos olvidamos de él, no lo disfrutamos y nos dedicamos a pensar en otro futuro distinto, que desecharemos cuando se haga realidad. En definitiva, nunca disfrutamos de lo que tenemos, sino que vivimos de sueños y deseos futuros, sin pararnos a ver lo que tenemos. Soñamos con un camino de baldosas amarillas sin ver que estamos transitándolo constantemente.

Porque, en definitiva, todo lo que nos ocurre durante nuestra vida es parte de lo bueno que tiene, es parte de este milagro que nos ha tocado disfrutar. Y no podemos olvidar que tenemos que estar atentos a nuestro presente, porque por muy malo que sea nos va forjando el futuro, que no dependerá de lo que sueñes que sea, sino de lo que vayas haciendo en el presente para llegar a ese futuro. No te pongas a buscar un camino de baldosas amarillas porque lo tienes debajo tuyo, lo estás recorriendo continuamente, aunque a veces parezca que te has equivocado de camino... Como dijo Thoreau hay que procurar que en el momento de la muerte no nos demos cuenta de que en realidad no hemos vivido.

Más que amigos (Keeping the faith)

Más que amigos (Keeping the faith)

La verdad, no sé por qué escribo esta entrada, no sé exactamente lo que quiero decir. Bueno, puede que lo sepa, pero no tengo claro como expresarlo. Digamos que es tan fácil que todo lleve a equívoco, empezando por la película que le da título, que no sé si merece la pena. De repente, ésto lo ha comenzado a leer más gente (tampoco excesiva) de la que pensaba que podía llegar a acceder a él (la mayoría por mi propia culpa) y no sé si quiero desnudarme de esta manera.

Hace tiempo que mi cabeza da vueltas y no está tranquila. Hace tiempo que la edad ha caído sobre mí y me siento como un cura, es decir, creyendo saber cómo va a ser mi vida hasta que muera. Y me está comiendo por dentro, me está convirtiendo en alguien huraño, en alguien al que creo que la gente se está hartando de soportar la mayor parte del tiempo. Pero, por alguna razón, ese yo cambia cuando me rodeo de dos personas. De él y de ella. De él sólo puedo decir que es buena gente, de la mejor que he conocido. Recuerdo la primera vez que le conocí, mi primer día después de mi ascenso en el trabajo, prometiendo que desde ese día había dejado de fumar. De éso ya hace casi tres años y medio y todavía no ha dejado de fumar... Sólo sé que cuando coincidimos en el turno, sé que voy a tener por lo menos el ratico del café con alguien con quién lo paso bien y le puedo contar cosas que sólo contaría a mis íntimos. Sólo recordar ciertas llamadas cuando llevo el turno de noche mientras él está borracho de fiesta por el mundo...

Y luego está ella. No puedo decir cuando la conocí, porque somos muchos y seguramente la veía coger perchas o casar entradas desde que entré a trabajar. Pero sí podría decir cuando la CONOCÍ. Ella acababa de volver de un año de traslado en otro almacén del grupo y la metieron a hacer una semana de noches. Por casualidad, a mí también me tocaba hacerla y coincidimos los dos sólos en la sección. Todo empezó con un "buenas noches" y no paramos de charlar en toda la semana. Y ví de repente que me había topado con buena gente. Poco después me trasladaron de sección, pero seguimos coincidiendo en las comidas, en los cafés, alguna noche,... Estuvimos a punto de ir a tomar una cerveza una noche y nos contamos dónde nos fuimos de vacaciones (a la vez, pero a sitios distintos). Empezó a llamarme para tomar café cuando coincidíamos y acabamos tomando alguna cerveza fuera del trabajo. Su sonrisa contagiosa, su alegría de vivir, su ironía, todo junto consigue que yo también sonría cuando estoy con ella, que me olvide de todo lo que me atenaza. Sólo por éso se merece lo mejor, aunque yo le cabree cada cierto tiempo con mi torpeza a la hora de hacer las cosas.

Pero esta entrada va sobre los tres. No sabría decir cuando fue la primera vez que nos juntamos. Bueno, sí, fue en la despedida de uno de nuestros jefes, a dónde fui engañado por otra persona y dónde él y ella se conocieron. Desde entonces, cuando coincidimos los tres en el turno no tengo que plantearme con quién me tomo el café, vamos los tres y punto. Aunque hay días que de lo bien que se llevan ellos dos me siento un poco al margen de su rollo. Hemos formado un trío extraño, ecléptico, que creo que mucha gente en el trabajo no termina de entender, pero que nos lleva a pasar también fuera de él noches memorables o simplemente tardes de risas o conversaciones surrealistas.

En definitiva, son las dos personas que hacen que ir a trabajar no sea siempre un suplicio, que hacen que me de igual aguantar a mis jefes todos los días, porque sé que tendré un remanso de paz, de olvido, de tranquilidad, en definitiva, de buen rollo y camaradería, que, al final, es lo que mayoría buscamos en la vida. Por favor, NO CAMBIEIS. Por primera vez habeis logrado que crea tener AMIGOS fuera de mi grupo de la adolescencia, de los Caballeros de la Mesa Redonda.

"A veces vemos ciertas cosas sólo cuando estamos preparados para verlas"

Desmadre a la americana (Animal House)

Desmadre a la americana (Animal House)

Fui a tomar un café y me liaron. ¿Quién no lo ha dicho alguna vez? ¿A quién no le ha pasado? Y resulta que detrás de esa frase se esconden las mejores noches de nuestra vida. O casi.

Suposición. Quedas a las seis de la tarde con dos compañeros de trabajo. Quizás uno aparece, pero la otra te llama con excusicas de que está lloviendo, que está cansada,... Pero le convences de que está escampando (cosa que no crees que sea verdad) y se decide a venir (pero poco, que ha quedado a cenar con sus amigas). Y en esas que aparece los otros dos ya llevais pinta y media de cerveza. Y comienzan las risas. Y pese a que ella no quiere, no le apetece, se acaba la primera pinta en 10 minutos... y vienen unas cuantas más. Las risas empiezan a aflorar cada vez con más insistencia...

Y llega el momento clave. Uno de ellos tiene que ir a jugar a los dardos, tiene partida. Parece que la noche se rompe ahí. Pero sólo parece. Los otros dos acaban siendo convencidos y aparecen en uno de los nunca suficentemente bien ponderados “bar de abuelos”. Y la noche se termina de desmadrar. Rondas para tres a 7 € es lo que les faltaba. Son las nueve y media de la noche y los cubatas empiezan a correr, ronda tras otra. Ya están perdidos. Ella no acude a la cita con sus amigas e intenta arreglarlo por teléfono. Pero claro, los gritos y las frases en inglés (“Come here, bro, come here!”) de fondo no la hacen muy convincente. Y deciden llamar también a M que está trabajando. “¡Ven ya, ven ya!”. La noche está desbocada. La partida de dardos se pierde (como era de esperar), pero lo que no se pierde es otro cubata. Ya empiezan a enseñarse fotos de esas que tienes en los carnés y te avergüenzas: la del gimnasio, la del DNI de hace cinco años, la de la piscina,... Algunas simplemente grandiosas.

Como M no viene, deciden cambiar de bar. Ya, definitivamente, se han olvidado de volver a casa y la noche está lanzada. Cuando andan aparece M con el coche. Así que se montan y se lanzan a la “aventura”. Y salen más rondas, y dan regalos de Bacardi. No sé como se las arregla ella, pero acaban todos cargados de regalos habiendo bebido sólo un par de Bacardis entre todos... Ven como le come la oreja cada cierto tiempo a la pobre azafata y cada vez viene con regalos distintos. Al final ya son a la carta: “me gustan estos altavoces, consígueme unos”. La gente empieza a vaciar el bar, pero los cuatro mosqueteros aguantan hasta que la noche les venza.

Y parece que les vence a las cuatro de la mañana. Los tres originales, los que habían empezado a las seis de la tarde, suben en un taxi para dejar primero a ella en su casa... pero se bajan todos. Ella les mira con cara de susto pero no puede evitar que entren en su portal. Se meten en el ascensor, están decididos a subir a hablar con su madre (aunque nadie sepa exactamente de qué). Estira de sus brazos para sacarlos del ascensor, no puede con ellos, les mira alucinada. ¿Qué está pasando? Finalmente a uno de ellos le entra un poco de razón y deciden salir del portal y dejarla ir a dormir. Y los dos últimos, borrachos como cubas, deciden andar hacia su casa. Y a las cinco y media de la mañana, casi trece horas después de salir a tomar un café la noche termina.

A la mañana siguiente hay muchas cosas que hacer, pero da igual, la noche que no iba a dar nada de sí, ha sido muy grande.

 

* Dedicado a dos personas que hacen que trabajar no sea una mierda todos los días.

Leaving Las Vegas

Leaving Las Vegas

A pesar de tanto tiempo, de tantos años pasados, hay cosas que uno no consigue que cambien. El alcohol. ¿Cuántas veces uno ha dicho ésta es la última? Pero siempre ha habido una siguiente.En la juventud no se tiene muy claro el concepto de las cosas, se bebe, te emborrachas por un concepto social, por la idea de que la diversión no existe sin varias cervezas o cubatas en el cuerpo.

Aquello no debe resultar problemático, a no ser que se convierta en patológico. Pero cuando llegan los 30 y tantos la cosa cambia. Sabes perfectamente que la diversión no te la da el alcohol. La diversión te la da quienes te rodean. Cuando a esa edad decides beber, decides romper la línea entre las cuatro cervezas y el olvido, la oscuridad de la memoria en una noche, es que algo no funciona.

Puedes ser consciente de qué es lo que no funciona o simplemente decides obviarlo. Te haces creer a ti mismo que no hay razón y que lo haces sólo por diversión, aunque tu yo interno sabe que te estas engañando, que siempre hay una razón para algo así.

Pero a veces la borrachera llega a unos niveles que sirve de ruptura, de una situación de no vuelta atrás, de replantearte todo y acelerar el proceso de cambio que puede que hubieras comenzado. Y quizás ese proceso de cambio no lleva a una vida mejor, o una situación mejor, pero te das cuenta de que es necesario, de que la cosa no puede seguir así y que hay que tentar a un futuro distinto para que las cosas nunca más vuelvan a ser como antes. Aunque el último gran proceso de cambio 16 años antes no acabara yendo a mejor, cada vez tienes más claro que alguno acabará haciéndolo, porque no eres tan malo como para que las cosas no te vayan bien por una vez en la vida.

Porque llegará el día que conozcas a alguien que esté en una peor situación que tú y...

“Como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas

soy el invierno contra tu primavera” AMARAL

 

Blade Runner

Blade Runner

Dice la leyenda que existen en el mundo mezclados entre la humanidad unos seres extraños a los que llaman replicantes que nadie es capaz de distinguir, aunque se cree que se diferencian de los humanos en que no son capaces de sentir.

Uno no entiende mucho todo aquello que le rodea. Quiere ser un replicante para evitar perderse, estropear su vida con presentimientos, locuras o sentimientos que ve tener a todos los que le rodean y que acaban afectando a la vida de todos y cada uno. Y comprende y observa que a algunos les afecta positivamente y les ayuda a avanzar, pero ve a muchos más a los que hunde y destroza la vida. Uno, que estuvo a punto de caer en las redes del sentimiento hace muchos años consiguió crear un conjuro que bloqueaba todas las posibilidades de que su loco corazón o su cerebro se perdieran en historias que no podían llevar a nada bueno.

Cree que ya está cubierto de por vida, pero no cuenta con que con la edad ese conjuro empieza resquebrajarse y siempre hay algo dispuesto a superar esas barreras y entrar a cañonazos en su vida. Y es en ese peligroso momento, en el que la vida se tambalea y tiene la posibilidad de caer y romperse en mil pedazos, cuando se tiene que tomar la decisión, cuando hay que saber si uno quiere seguir con una vida aburrida pero segura o quiere aceptar aquello que ha conseguido romper sus barreras y jugársela, sabiendo que tiene mucho que perder, pero que quizás tiene muchísimo que ganar.

Y es entonces cuando uno se da cuenta de que aunque sea un replicante, los replicantes también tienen la capacidad de sentir. Y una pajarita de papel aparece delante de su puerta...

Lost in translation

Lost in translation

La soledad del viajero es la incomprensión de todo lo que le rodea, de una cultura distinta, de un mundo distinto al que no consigue acostumbrarse por mucho que sea la única manera de no sentirse incómodo.

El problema es sentir la soledad del viajero en tu propio hogar. Cuando sales a la calle te sientes como un marciano. Es como si los lugares de siempre, aquellos en los que has jugado, reído, fueran lugares extraños. Los ves y sabes que los conoces, pero no consigues identificarlos. Te cruzas con tus vecinos, vas al trabajo, pero no consigues saber quienes son ni entender a esas personas que te rodean, pese a que tienes una ligera sensación de deja-vu. Y no sabes que todo es por la soledad. El llegar todas las noches a casa y no encontrarte a nadie. Saber que la ropa va a estar en el mismo sitio dónde la dejaste tirada, que la cocina estará igual de limpia o de sucia que cuando te fuiste, que quedarán los mismos platos por fregar. No poder contar tus penas laborales o simplemente vitales a nadie y tener que desahogarte hablando o golpeando a la pared.

Al principio esa sensación te gusta, la libertad de la que disfrutas. Pero poco a poco te hastía, te impregna y te mata poco a poco. La gente que te rodea deja de importarte, deja de resultar necesaria, interesante, hasta que te hundes en un pozo sin fondo.

Y cuando estas en ese pozo eterno, surge ella. No sabes de dónde sale, no sabes como ha aparecido, pero, sin saberlo, te ofrece el brazo y te ayuda a salir de la oscuridad. Y vuelves a reconocer el mundo que te rodea, vuelves a saludar a tus vecinos, a salir con tus amigos, y, sobre todo, estás con ella. Es tu amiga, tu confidente, tu desahogo, la persona que te ha devuelto la alegría de vivir.

Y un día, cuando os vais a separar la alcanzas corriendo y le cuchicheas al oído…

El marido de la peluquera (Le mari de la coiffeuse)

El marido de la peluquera (Le mari de la coiffeuse)

 

De niño soñaba olores profundos... La infancia es la época de los sueños, de los castillos en el aire, de los deseos. Todos hemos tenido un momento en la infancia en que lo hemos visto claro, en el que hemos dicho: “Me casaré con una peluquera”. Pocos cumplen sus sueños de mayores. Algunos acaban trabajando en almacenes cuando querían excavar ciudades romanas o tumbas egipcias; otros no saldrán nunca de la ciudad que les vio nacer cuando soñaban con trabajar y vivir en París, El Cairo, Pekín o Moscú; otros soñaban con dirigir películas y no pasan de grabar a su familia con la videocámara casera; en fin, otros querían dedicarse a escribir y se conforman con rellenar blogs que casi nunca lee nadie...

Pero a veces alguna de esas promesas se cumplen, aunque tarden tiempo. Hay quienes están convencidos que acabarán con la mujer más agradable y cariñosa del mundo y lo consiguen. Antes o después, a los 16, los 33 o los 50, pero la mayoría lo consiguen. Y éso, o cualquier otra cosa, les hace levantarse por las mañanas y creer en un futuro mejor, aunque el presente no les ayude a ello.

 

 

“Y el amor es tan grande, tan sincero y profundo...” PEDRO GUERRA

 

 

Cuatro bodas y un funeral (Four weddings and a funeral)

Cuatro bodas y un funeral (Four weddings and a funeral)

La edad trae un montón de efectos secundarios a tu vida. Uno de los más importantes es también uno de los momentos más odiados: las bodas. La gente no es que tenga la mala costumbre de casarse, no, es peor, tiene la mala costumbre de invitarte a la boda. No voy a hablar del dineral que cuesta una boda al invitado, todos lo conocemos, voy a hablar de los efectos devastadores para aquellos que nos atrevemos a acudir sólos a las bodas familiares.

Todo comienza cuando uno entra por la puerta y notas como la gente te empieza a mirar. Captas algunos cuchicheos (“¿Este no es el mayor de José María y Mª Ángeles?”, “¿No tenía más de 33 años?”). Tú optas por obviar todo éso y te dirijes a dónde se encuentran los primos de tu edad. Allí los tienes... con su mujer y sus hijos. Ops, mala manera de pasar desapercibido. Charlas un rato con ellos, que tienen la habilidad de no preguntar, y oteas el horizonte buscando más gente conocida. Bueno, tu prima no tiene tu edad, pero sólo le llevas 5 años... hasta que te acercas y te presenta a su novio y futuro marido. Mec, error, seguimos buscando. Das vueltas como un loco, buscando entre los invitados, hasta que te das cuenta que los únicos en tu situación no llegan a la mayoría de edad. Te resignas y piensas que en la cena mejorará.

Llega la hora de la cena, tú ya estás bastante harto y miras la distribución de las mesas. Segundo bocinazo... ¿Mesa con gente impar? Uyuyuy... te sientas y están tus primos, sus mujeres, familia de la otra parte y... ¡eres el único solitario de la mesa! Horror, no puedo huir, ¡help, help! Y no te queda otro remedio que aguantar maravillosas conversaciones sobre cómo se conocieron, sobre los hijos, a qué edad han comenzado a gatear, lo altos que están para su edad,...

Cuando parece que la cena ha terminado y ha pasado lo peor... llega el baile. ¡Qué bonito! Empiezas a ver como parejas empiezan a salir a la pista mientras el “Fondo Juventud” empieza a miraros. Rezas para que algún alma piadosa se quede dónde estás tú, pero en cuanto te das cuenta estás sólo viendo como todo el mundo baila con su pareja. Ante éso sólo queda una solución: acodarte a la barra. Empiezas a pedir pacharanes esperando enciegarte rápido para poder olvidar lo que queda de noche, pero no, no están dispuestos a dejarte en paz y todo el que se acerca a la barra empieza a preguntar. ¿Y cuantos años tienes?, ¿y no festejas con ninguna zagala?, ¿cuándo piensas sentar la cabeza?, ¿no te gustan las chicas?. Tú sigues insuflándote cubatas en vena mientras respiras hondo para evitar matar a alguien hasta que consigues que la noche se ocnvierta en algo difuso que no recuerdas.

A la mañana siguiente te despiertas con una resaca del quince y un ligero recuerdo de haber cogido el micrófono del cantante y haber mandado a todo el mundo a tomar por el culo antes de caer redondo tras todos los cubatas consumidos. Menos mal que era barra libre...

Pero llegará un día en el que veas una chica morena entre las invitadas y te acerques a ella...