Desmadre a la americana (Animal House)
Fui a tomar un café y me liaron. ¿Quién no lo ha dicho alguna vez? ¿A quién no le ha pasado? Y resulta que detrás de esa frase se esconden las mejores noches de nuestra vida. O casi.
Suposición. Quedas a las seis de la tarde con dos compañeros de trabajo. Quizás uno aparece, pero la otra te llama con excusicas de que está lloviendo, que está cansada,... Pero le convences de que está escampando (cosa que no crees que sea verdad) y se decide a venir (pero poco, que ha quedado a cenar con sus amigas). Y en esas que aparece los otros dos ya llevais pinta y media de cerveza. Y comienzan las risas. Y pese a que ella no quiere, no le apetece, se acaba la primera pinta en 10 minutos... y vienen unas cuantas más. Las risas empiezan a aflorar cada vez con más insistencia...
Y llega el momento clave. Uno de ellos tiene que ir a jugar a los dardos, tiene partida. Parece que la noche se rompe ahí. Pero sólo parece. Los otros dos acaban siendo convencidos y aparecen en uno de los nunca suficentemente bien ponderados “bar de abuelos”. Y la noche se termina de desmadrar. Rondas para tres a 7 € es lo que les faltaba. Son las nueve y media de la noche y los cubatas empiezan a correr, ronda tras otra. Ya están perdidos. Ella no acude a la cita con sus amigas e intenta arreglarlo por teléfono. Pero claro, los gritos y las frases en inglés (“Come here, bro, come here!”) de fondo no la hacen muy convincente. Y deciden llamar también a M que está trabajando. “¡Ven ya, ven ya!”. La noche está desbocada. La partida de dardos se pierde (como era de esperar), pero lo que no se pierde es otro cubata. Ya empiezan a enseñarse fotos de esas que tienes en los carnés y te avergüenzas: la del gimnasio, la del DNI de hace cinco años, la de la piscina,... Algunas simplemente grandiosas.
Como M no viene, deciden cambiar de bar. Ya, definitivamente, se han olvidado de volver a casa y la noche está lanzada. Cuando andan aparece M con el coche. Así que se montan y se lanzan a la “aventura”. Y salen más rondas, y dan regalos de Bacardi. No sé como se las arregla ella, pero acaban todos cargados de regalos habiendo bebido sólo un par de Bacardis entre todos... Ven como le come la oreja cada cierto tiempo a la pobre azafata y cada vez viene con regalos distintos. Al final ya son a la carta: “me gustan estos altavoces, consígueme unos”. La gente empieza a vaciar el bar, pero los cuatro mosqueteros aguantan hasta que la noche les venza.
Y parece que les vence a las cuatro de la mañana. Los tres originales, los que habían empezado a las seis de la tarde, suben en un taxi para dejar primero a ella en su casa... pero se bajan todos. Ella les mira con cara de susto pero no puede evitar que entren en su portal. Se meten en el ascensor, están decididos a subir a hablar con su madre (aunque nadie sepa exactamente de qué). Estira de sus brazos para sacarlos del ascensor, no puede con ellos, les mira alucinada. ¿Qué está pasando? Finalmente a uno de ellos le entra un poco de razón y deciden salir del portal y dejarla ir a dormir. Y los dos últimos, borrachos como cubas, deciden andar hacia su casa. Y a las cinco y media de la mañana, casi trece horas después de salir a tomar un café la noche termina.
A la mañana siguiente hay muchas cosas que hacer, pero da igual, la noche que no iba a dar nada de sí, ha sido muy grande.
* Dedicado a dos personas que hacen que trabajar no sea una mierda todos los días.
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satrian -