Blade Runner
Dice la leyenda que existen en el mundo mezclados entre la humanidad unos seres extraños a los que llaman replicantes que nadie es capaz de distinguir, aunque se cree que se diferencian de los humanos en que no son capaces de sentir.
Uno no entiende mucho todo aquello que le rodea. Quiere ser un replicante para evitar perderse, estropear su vida con presentimientos, locuras o sentimientos que ve tener a todos los que le rodean y que acaban afectando a la vida de todos y cada uno. Y comprende y observa que a algunos les afecta positivamente y les ayuda a avanzar, pero ve a muchos más a los que hunde y destroza la vida. Uno, que estuvo a punto de caer en las redes del sentimiento hace muchos años consiguió crear un conjuro que bloqueaba todas las posibilidades de que su loco corazón o su cerebro se perdieran en historias que no podían llevar a nada bueno.
Cree que ya está cubierto de por vida, pero no cuenta con que con la edad ese conjuro empieza resquebrajarse y siempre hay algo dispuesto a superar esas barreras y entrar a cañonazos en su vida. Y es en ese peligroso momento, en el que la vida se tambalea y tiene la posibilidad de caer y romperse en mil pedazos, cuando se tiene que tomar la decisión, cuando hay que saber si uno quiere seguir con una vida aburrida pero segura o quiere aceptar aquello que ha conseguido romper sus barreras y jugársela, sabiendo que tiene mucho que perder, pero que quizás tiene muchísimo que ganar.
Y es entonces cuando uno se da cuenta de que aunque sea un replicante, los replicantes también tienen la capacidad de sentir. Y una pajarita de papel aparece delante de su puerta...
1 comentario
satrian -
Ahora entiendo lo de las puertas de Tanhausser.